Atravesados

Los cuerpos existen y se construyen dentro de estructuras sociales y culturales. Son las normas sociales las que nos dictan el tipo de cuerpos que son aceptables y establecen los parámetros de comparación con el propio cuerpo.
Habiendo tanta diversidad genética y cultural, surge la pregunta ¿por qué los estándares de belleza sólo acomodan a ciertos cuerpos?
El problema va más allá de los fenómenos de aculturación, que idealmente nos hablan de una convergencia entre culturas que dan pie a una síntesis, a una nueva cultura, pero que en términos de colonialismo, implica que es la cultura dominante la que impone sus rasgos y, a largo plazo, hegemoniza la aculturación. (Fábregas, 2012)

Los estándares de belleza están atravesados no sólo por el neocolonialismo, pero también por las estructuras que lo intersectan (el patriarcado, la división de clases, las relaciones de poder, el capital, por nombrar algunas) y convergen en una compleja mélange que mucho me temo que, no estoy suficientemente educada para hacer un análisis formal de la materia. Sin embargo, por el momento, este espacio no precisa de análisis sociológicos formales, sino de la aproximación a los fenómenos desde diferentes perspectivas, partiendo de la genuina curiosidad e interés por conocer las diferentes corrientes y postulados que asisten a su entendimiento.

La imagen corporal es un constructo psicológico multidimensional que contiene cuatro elementos principales: uno perceptual , uno afectivo, uno cognitivo y uno conductual (Ricciardelli y Yager, 2016) e incluye un componente evaluativo que supone elementos de satisfacción e insatisfacción. (Lacroix, 2023)
La insatisfacción corporal se puede definir como pensamientos o sentimientos negativos que tiene una persona respecto a su propio cuerpo. Usualmente involucra la discrepancia entre el propio cuerpo y el cuerpo percibido como ideal.
La evaluación del cuerpo y la belleza en general están basados en los estádares y normas culturales que se construyen en la esfera social.

Existe la romantización de la idea de que la belleza se encuentra en los ojos de quien la mira, sin embargo, esa mirada también es una construcción social. Por un lado, los estándares de belleza son internalizados por los miembros de la sociedad y por el otro las “miradas” son entrenadas para evaluar la belleza con los parámetros culturales aprendidos.
La teoría de la objetificación nos habla de la internalización de esta mirada, normalmente masculina. Las mujeres aprenden a valorar su cuerpo desde la mirada externa. Debido a la conciencia de ser observadas las mujeres aprenden a vigilarse a sí mismas como una manera de monitorear su apariencia de modo que se presente de una manera aceptable a la mirada externa que la observa y evalúa su apariencia.
Esta teoría reconoce que que las mujeres se centran en su apariencia no por superficialidad sino como una estrategia aprendida para poder conseguir más poder social.

¿Y la subjetividad?

Atravesada por la identidad de clase.

Las preferencias personales son un reflejo de y están influenciadas por la clase social a la que uno pertenece. (Gimlin, 2001)
Es entonces donde el cuerpo bello cobra importancia.
Bourdieu nos hablaba del capital cultural, en este sentido, el cuerpo se convierte también en una especie de capital “corporal” que depende del habitus, concepto que se refiere a la internalización de las características del gusto de su propia clase (Frank, 1991). Esta idea no es tan novedosa, en la Grecia antigua el cuidado del cuerpo tenía un fin social, pues estaba asociado a una actitud señorial que buscaba la conservación del poder (Horkheimer M., 2016)

En el aftermath del colonialismo, alcanzar la configuración del cuerpo occidental ideal permite la distinción de clases, creando así, un tipo de elitismo corporal. El ideal de belleza delgado como un cuerpo perteneciente a una clase alta tiene sentido cuando lo analizamos desde la perspectiva utilitaria. Un cuerpo emaciado y frágil no es capaz de ser sometido a los rigores a los que el cuerpo de la clase trabajadora es sometida. Los cuerpos de “clases inferiores” requieren una mayor masa y un aporte energético que les permita llevar labores físicas. Esto es especialmente cierto para los cuerpos femeninos a los cuales está tradicionalmente asociada la fragilidad
De esta forma, a través del cuerpo es que también se promueve la distinción de clases.
El cuerpo bello se vuelve un marcador de estatus social y una forma de navegar entre las clases sociales.

El cuerpo, dentro de las relaciones socioculturales juega un papel importante. El cuerpo se vuelve una obra, una mercancía. A través del cuerpo reproducimos las relaciones de mercado, pero también dentro de la relación del individuo con el cuerpo es que imponemos al cuerpo la moral de la sociedad capitalista. Esa que determina que el valor del individuo radica en la acumulación de capital, sea éste de la naturaleza que sea. En el cuerpo, propio y el ajeno reproducimos las relaciones de dominación del sistema heteropatriarcal, y los constructos socioculturales que siguen promoviendo la idea de que el cuerpo y y la mente son entes separados, y que el cuerpo, al ser un ente considerado inferior debe ser maleado a través del régimen y la disciplina para satisfacer los ideales impuestos.


Los cuerpos persiguen sus propios ideales, sin embargo el establecimiento de dichos ideales reproduce estructuras, discursos e instituciones que no son propios.

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El estigma del peso es un arma de doble filo