El estigma del peso es un arma de doble filo
[Comentario sobre el comentario]
Es común en la práctica clínica escuchar el discurso de “no se habla de los cuerpos ajenos”, especialmente entre las generaciones más recientes, sin embargo, esta directriz parece ser solamente aplicable en la dirección personal de salud - paciente. Entre profesionistas, colegas, y compañeros de trabajo parece que se olvida esta premisa básica del respeto.
Si no es la confrontación directa, son los rumores en los pasillos, pero los corredores de clínicas y hospitales están llenos de ejemplos de lenguaje estigmatizante y sesgos respecto al peso en ambas direcciones.
El concepto de estigma de peso popularmente hace referencia a la discriminación que reciben las corporalidades grandes o los cuerpos que viven con obesidad, así como su asociación a estereotipos negativos y a cualidades morales. En México, según datos de la Encuesta Nacional sobre la Discriminación (ENADIS) 2022, el 27.5% de la población de 18 años y más manifestó haber sido discriminada por motivos de estatura o peso en los últimos 12 meses. Por sexo, el 23.7% de hombres y 30.7% de mujeres declararon haber sido discriminados por motivos de estatura o peso. Estos datos son acordes a la narrativa histórica de que los cuerpos de las mujeres están más sujetos al escrutinio público y a las presiones por conformarse al estándar o ideal impuesto.
Pero el estigma de peso, en el sentido estricto, se refiere a la discriminación con base en el peso y/o el tamaño de la persona. En menor grado, existe el sesgo y el estigma hacia el bajo peso, especialmente en el personal de salud que atiende trastornos de la conducta alimentaria (TCA).
El artículo de Yim (2024) es un comentario que retoma una correspondencia de Jacobs et al. en 2010 en la que once clínicos que atienden TCA responden a la discusión suscitada por una solicitud de un miembro de la AED pidiendo consejos para confrontar a un colega percibido como “peligrosamente delgado” en su centro de atención a TCA. Yim (2024) remarca que la asociación inmediata del bajo peso o de la delgadez con un TCA no es más que una consencuencia de nuestra dependencia en el peso corporal que promueve y perpetua el sesgo del peso, y que refleja las ideas erróneas en la práctica clínica, ya que los TCA se pueden presentar en cualquier rango de peso. Una de las terapeutas en el artículo de Jacobs et al. (2010) habla sobre la homogeneidad corporal del personal que atiende en el centro de TCA contrastando con la declaración de NEDA que las personas con TCA vienen en diversas formas y tamaños. Si los pacientes de TCA se presentan en corporalidades diversas ¿por qué no así el personal tratante?
Se argumenta que los especialistas en TCA de corporalidad delgada o con bajo peso promueven la restricción alimentaria en los clientes, y que se genera un estándar doble cuando se indica el aumento de peso del cliente, pero el especialista se mantiene delgado. Se hace mención de la especulación de los clientes respecto a las conductas alimentarias del propio especialista y que la corporalidad delgada promueve la autoevaluación negativa del cliente (Rance et al., 2013)
Ellos concluyen que los especialistas que trabajan con personas con un TCA deben pensar en cómo su cuerpo podría ser percibido, en los mensajes que puede estar mandando y la manera en la que los clientes podrían estar interpretando su tamaño corporal.
Esta idea prevalece en diversos centros de atención a TCA, en los que las pérdida involuntaria de peso es condenada y las complexiones naturalmente delgadas son motivo de comentarios pasivo-agresivos y asunciones sobre la salud mental del habitante de ese cuerpo. Tal como ilustra Yim (2024), un comentario común es sugerir la presencia de un TCA o la replicación de las conductas de los clientes, perpetuando así el estigma de estos trastornos.
Es imperante cambiar ese paradigma. Retomar la idea de “no hablar de los cuerpos ajenos” y hacerla valer. Señalar y reprobar las acciones que mantienen los estereotipos y los prejuicios contra las personas que viven con un TCA. Promover en nuestra práctica la idea de la diversidad corporal, de la aceptación y de la apreciación de diferentes tipos de cuerpo. Gestar una buena alianza terapéutica sin importar la corporalidad del terapeuta, brindar amplia psicoeducación cuando sea necesario, y retar las creencias y distorsiones cognitivas con nuevas creencias y pensamientos.
Trabajemos desde el amor propio y la autocompasión.
Nuestro cuerpo no define nuestras competencias.
Yim, S. H. (2024). Clinician bodies in eating disorder services: a commentary. Eating Disorders, 1–9. https://doi.org/10.1080/10640266.2024.2358267
Rance, N. M., Clarke, V., & Moller, N. P. (2013). “If I See Somebody … I’ll Immediately Scope Them Out”: Anorexia Nervosa Clients’ Perceptions of Their Therapists’ Body. Eating Disorders, 22(2), 111–120. doi:10.1080/10640266.2013.860847
Jacobs, J. M., Nye, S., Picot, A., McClanahan, S., Conviser, J., Costin, C., … McGilley, B. H. (2010). The Therapist’s Appearance and Recovery: Perspectives on Treatment, Supervision, and Ethical Implications. Eating Disorders, 18(2), 165–175. doi:10.1080/10640260903585649